miércoles, 5 de diciembre de 2012

MUERTE EN VIVO

Nunca pensé que llegaría a verte morir, porque apenas te conocí, y pienso que la muerte es algo muy íntimo, como nacer, como dormir, como amar.
Pero el destino y las circunstancias hicieron que así fuera, y ahora sé que no fue por casualidad y que detrás de todo ello hay una razón, una enseñanza.

A través de ti
pude ver
que en los útimos momentos
uno se aferra a la vida

aunque no quiera,

porque lo que impera es el instinto,

aunque no nos guste a veces la idea.

El instinto nos mantiene unidos a esta tierra cuando la razón falla o no es suficiente. De esto está impregnado nuestro ADN, de instinto.
Porque sé que tenías ganas ya de que todo acabara, pero en el momento final luchabas con las pocas fuerzas que te quedaban, atendiendo a tus impulsos vitales, a tu esencia, a tu naturaleza.

Cuando entré en la habitación, pude apreciar un olor extraño que nunca antes había percibido, pasado el tiempo me dí cuenta de que no olvidaría nunca ese olor tan peculiar por lo que al tiempo anunciaba. Inmediatamente después el color de tu piel, crónica del mismo anuncio, no dejaba ya lugar a dudas.

Al acercarme más pude apreciar la extrema delgadez de tu cuerpo en tus clavículas y en tus hombros, que asomaban sus picos a través de la piel cetrina. Entonces me dí cuenta de que no podías hablar, no sé si llegaste a verme, lo que sí sé es que me oíste. Tu respiración entrecortada cambió de ritmo cuando me acerqué a darte un beso en la frente y te dije que era de parte de Will. Un ligero gesto de tu cabeza me indicó que intentabas encontrar mi mirada, pero la morfina no te permitió más que eso, un ligero y pequeño gesto.

También sé que estabas asustado, podías oir y eras consciente de lo que pasaba aunque no pudieras expresarlo. Más consciente incluso que yo.

De pronto ví tu móvil apoyado en la mesita de al lado, conectado al enchufe.
Quién lo habría puesto a cargar ?
Me pareció otra prueba inequívoca decomo te aferrabas a la vida a pesar de las dificultades. Entonces me estremecí... y sentí en mi piel de gallina cómo la muerte es implacable.
Era casi lo único que te conectaba ya con el mundo, porque aquella bomba de morfina, lejos de paliar los síntomas, lo que hacía era acelerar que tus órganos fueran dejando de funcionar poco a poco.
No había vuelta atrás.

Y tú lo sabías.
Entonces entendí que habías aguantado hasta que pudimos llegar, para que te acompañáramos en tu último aliento.

Unos minutos después una enfermera me pidió que saliera de la habitación.

A los pocos minutos también me anunciaron que ya todo había terminado.

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