viernes, 3 de enero de 2014

CAÍDA LIBRE (III)

Ahora Hermes galopaba con furia, con rabia contenida, como queriendo liberar
toda la carga que el susto le había dejado. Pero... hacia dónde se dirigía ?

Era una noche clara, la luna alumbraba las siluetas de los árboles del bosque
en el que ya nos habíamos adentrado, por lo que pronto pude divisar a lo lejos
la enorme grieta que el terreno trazaba. No puede ser, no puede ir hacia allí -pensé.
Acaso querría enseñarme algún lugar? Estaría explorando nuevos caminos ?

Desde hacía ya rato el caballo había dejado de obedecrme. Por más que le había
tirado de las riendas, no conseguía pararlo. De pronto noté que galopaba como
un caballo salvaje al que nunca nadie antes hubiera montado, como si nunca hubiese
tenido ningún tipo de contacto humano. Estaba fuera de todo control.
La suerte que corriera el caballo iba a ser la mía propia y, ahora sí lo veía claro,
iba derecho hacia el desfiladero y sin ninguna intención de detenerse a enseñarme
paraje alguno. Íbamos en línea recta y a toda velocidad a encontrarnos con el abismo.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Sentí que se me dormían las manos y los pies.
Mi respiración agitada, entrecortada, unida al agotamiento de la carrera, me hicieron
gritar como nunca antes había gritado: POR FAVOR PAAAAAARAAAAAAAA !!!!!
Grité hasta quedarme sin aliento,la garganta fundida, la sangre agolpada en la cabeza,
las piernas temblorosas, el cuerpo entero en máxima tensión, como si todas las fuerzas
fueran pocas para hacer oir mi voz.
Grité hasta que mi grito quedó ahogado por un llanto incontrolado. Me faltaba el aire,
la cabeza me daba vueltas.
No lo hagas Hermes- susurré muy bajito, con un último hilo de voz, a sabiendas de que
ya nada iba a poder detenerle. El caballo iba ciego, enfilado, ofuscado completamente.

Por un momento pensé en tirarme a pesar de la velocidad, pero por alguna razón
(o más bien sinrazón) permanecí en su grupa. Yo no me había propuesto caer, pero mucho
menos querría verle a él caer solo.

En un momento sus patas dejaron de tocar tierra firme, hubiese jurado que adelantó
incluso su cabeza, estirando el cuello al máximo, como si de un plusmarquista tratando de
de arañar segundos para llegar a la meta se tratara.

Ahora Hermes y yo,
sin remedio,
en el vacío de la pared,
mutilándonos en cada segmento,
despresurizando los cuerpos,
estallándonos los tímpanos,
nos hemos perdido el uno al otro entre la niebla,
mientras seguimos,
en caída libre.

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